1. Un escenario con tres actores
El proceso del ballotage ya está en marcha y las estrategias de las respectivas campañas parecen ir consolidando su perfil diferencial:
Por un lado, Mauricio Macri insistirá en enfatizar sus propuestas y no enredarse en replicar agresiones; por el otro, Daniel Filmus intentará transmitir que, en ultima instancia, lo que está en juego son materializaciones en el plano de la ciudad de dos modelos antagónicos de país.
Por cierto, esta descripción resulta incompleta si no se considera el rol del Presidente Kirchner, quien se encargará de llevar a nivel de paroxismo maniqueísta la antinomia “Filmus o la Tragedia” (léase “Yo, el Presidente Kirchner, el amigo del pueblo, el salvador; ó Ellos, los Macri, los Menem, los ’90, los depredadores del país, los hambreadores del pueblo, etc.”)
2. Éxitos superficiales y fracasos estructurales
Es sabido que penetrar la mente del otro es una tarea imposible. No obstante, también resulta imposible renunciar a las conjeturas.
Nadie podrá saber a ciencia cierta si Kirchner ya se ha arrepentido de no haber llevado a cabo la estrategia más simple para obtener un buen resultado en la ciudad. En efecto, tanto el análisis político más básico como el sentido común indican que -cuando era oportuno y posible- Kirchner debería haber apoyado a Telerman. Muy probablemente, ahora se estaría mucho más cerca de celebrar un nuevo éxito del Presidente, en lugar de estar analizándose cual será la mejor carpeta para pergeñar la campaña sucia más eficiente para desbancar a Macri.
Por cierto, tal vez nadie comprenda cabalmente por qué el hecho aparentemente nimio de un encono personal desde Alberto Fernández hacia Jorge Telerman, terminaron en un plan de acción táctica donde primero se debía demonizar al Jefe de Gobierno, para luego dar la estocada final contra Macri. Lo cierto es que, al modo de aquellos estrategas de salón que nunca sintieron el olor a pólvora, lo que esa intelligenzia esclarecida no pudo prever es que esa táctica no resultaba inocua, en la medida en que los dardos venenosos contra Telerman tuvieron como efecto secundario dotar a Macri de suficientes anticuerpos como para afianzar su figura.
De modo, que la brillante táctica de ganarle a Telerman para luego desbancar a Macri, semeja más a una victoria pírrica que, encima, esconde una derrota anunciada.
3. Los dilemas o las certezas del Presidente (1)
¿Se preguntará el Presidente ¿“cómo llegamos a esto”?. ¿Se preguntará cómo es que “se hicieron tan bien las cosas” que ahora, en el ballotage, habrá que remontar la friolera de una desventaja de 22 puntos, que encima podría llegar a ser mayor?
¿O tal vez, piense que la estrategia está marchando bien, que se ganó la primera batalla y que ahora viene la epopeya de la segunda? ¿Será el Presidente un mesiánico que cree en su omnipotencia y que ésta se basa en la grandeza de un Ideal? ¿O, simplemente, le gustarán los grandes desafíos, esos que impregnan la atmósfera de adrenalina?
¿Será Kirchner un auténtico estratega que piense en términos de metas y calcule que un escenario probable es que Filmus no ganará, pero perderá por mucho menos que los actuales 22 puntos (i.e. 55% a 45%) de modo que una derrota formal equivaldría psicológicamente a una victoria emocional para la verdadera causa de Octubre (Vg., “Bueno, después de todo –de caras a Octubre-no está tan mal haber alcanzado 45 puntos en un distrito como Capital, históricamente adverso).
3. Estrategias pseudo-inteligentes que producen resultados contrarios a los buscados
“El sueño de la razón produce monstruos”, además de la magistral pintura de Goya representa una de esas frases rebosantes de sutileza y ambigüedad, porque puede tanto significar que la razón dormida permite que emerjan los monstruos de la sinrazón, como lo contrario, es decir que las ilusiones de hiperracionalidad resultan, a la postre, quienes engendran aquellos monstruos.
Más allá de que se acuerde o no con sus conclusiones, lo cierto es que una serie d estudios posteriores a la primera vuelta concluyen en que una importante porción del 45% de quienes votaron a Macri lo hicieron porque éste representaba una alternativa de cambio con la consiguiente promesa de mejora en su calidad de vida. Sin embargo, para el kirchnerismo (y, por cierto, para otra porción de la ciudadanía porteña) un Macri con 45 puntos representa una especie de monstruo que convendría debilitar.
Según muchos analistas de política internacional, Saddam Hussein habría sido un invento de los EUA para atemperar la amenaza que Irán simbolizaba en los ´80, pero que luego se desmadró y -cual efecto boomerang- se vino en contra de sus mentores. Por cierto, no se pretende ni de lejos insinuar que –para el kirchnerismo– Macri sea una especie de Hussein, ni tampoco que el kirchnerismo tenga algún parentesco con los EUA (más bien, debiera sostenerse lo contrario); pero la analogía sí pretende ilustrar lo fallido de aquellas estrategias políticas que por querer evitar un supuesto mal terminan produciendo uno mayor.
Ante esa lógica se justifica este interrogante: ¿Es el kirchnerismo y sus excesos de estrategias -supuestamente inspiradas en análisis políticos racionales, pero en verdad meras expresiones de una propensión congénita hacia un triunfalismo estéril- el responsable de haber engendrado el fantasma de de un Macri arrasador que se va a llevar puesto todo?
4. El espacio de posibilidades en la estrategia del Presidente:
Agradable o no, la realidad es lo que es: Macri sacó 45 puntos y Filmus 22. Entonces: ¿qué podría hacer el Presidente y qué le convendría hacer?
En términos de teoría de juegos, el árbol de posibilidades para Kirchner presenta una estructura más bien simple, de dos niveles: en el primero y principal, las opciones son jugar o no jugar, en el segundo (esto es, si decide jugar) pareciera que puede hacerlo a tres niveles de intensidad: débil, moderado o fuerte.
Aclaremos el significado de lo anterior: en un primer nivel, el oficialismo podría decidir levantar la candidatura de Filmus (no jugar), o continuarla (jugar); en un segundo nivel, dado que la candidatura se mantendrá firme y Filmus se presentará al ballotage, Kirchner podría: a) acompañar dicha candidatura de modo tibio y casi imperceptible, arguyendo su no ingerencia en los problemas locales (jugar débil); b) apoyarla claramente pero sin “jugarse” personalmente ni agredir a Macri (jugar moderado); o, c) involucrarse como si se tratase de una causa propia, nacionalizando el problema y adoptando el sello kirchnerista más típico, es decir: discurso fuerte, agresión al adversario, oposición al modelo de los ´90 etc. (jugar fuerte).
Yendo al meollo de la cuestión analicemos entonces por qué Kirchner estaría “condenado” a jugar de un determinado modo:
En primer lugar, ¿que pasaría si Filmus se bajara de la candidatura? La respuesta es sencilla y casi trivial: si Kirchner consistiera a eso terminaría haciendo una especie de “la gran Menem”, en referencia a cuando el riojano se bajó del ballotage en las presidenciales de 2003. De modo que esta rama le está imposibilitada a Kirchner, no sólo porque significaría sellar la derrota en Capital, sino por algo más vasto: ante la opinión pública el Presidente aparecería como responsable del mismo acto de cobardía que le endilgó a Menem cuando en su famoso discurso del 14 de mayo de 2003 dijo que éste “huyo como las ratas” (sic).
Evidentemente tener que jugar no prescribe necesariamente el modo. Pero, para el oficialismo, lo complicado de la situación es que parece que cualquiera de las tres alternativas presentan claras ventajas y desventajas:
a) Que el Presidente se corra a un costado y deje a Filmus librado a su propia suerte parece chocar contra la premisa que rezaría: “Ante un meta extraordinaria (remontar 22 puntos) son necesarios esfuerzos extraordinarios”. Y un esfuerzo extraordinario implica la colaboración de todos, con el Presidente a la cabeza.
b) Que el Presidente se involucre personalmente apoyando firmemente a Filmus, pero adoptando un discurso más parsimonioso y sereno, menos confrontativo, más cercano a lo que se esperaría de un estadista inserto en una ética republicana y, por ende, menos propenso al estallido pasional y a la diatriba contra sus oponentes, etc; resultaría sin duda –conforme a lo se desprende permanentemente del gran cúmulo de análisis de opinión pública- la estrategia óptima en cuanto a efectividad. Pero, sin embargo, choca con un pequeño gran problema: para ejecutarla habría que dejar de ser Kirchner. En otros términos, quién podría encarnar semejante discurso sería otro presidente, pero nunca el Presidente Kirchner.
c) Finalmente, en contraposición, que el Presidente encare su apoyo a Filmus como ya ha comenzado a hacerlo, es decir jugándose como si se tratase de su propia causa, nacionalizando la contienda, atacando con extrema dureza a Macri, consintiendo que desde su entorno se despliegue toda la parafernalia de una campaña sucia, etc.; no parece ser la opción más efectiva, pero tiene una ventaja superlativa: parece ser la única cuyo ejercicio verdaderamente agrada ejercitar al Presidente.
5. Por qué el Presidente Kirchner está condenado a elegir jugar con cartas riesgosas que tienen mayores posibilidades de perder
Arribamos finalmente al núcleo del presente análisis. La pregunta del millón sería entonces por qué alguien elegiría utilizar una estrategia peor cuando puede escoger una mejor. Por supuesto, la primer respuesta resulta tan ociosa como trivial: simplemente alguien usará la estrategia que él crea que es la mejor, más allá de que lo sea realmente.
De modo que eso obliga a cambiar la pregunta: ¿Por qué el Presidente Kirchner, contrariando a todos los datos provenientes de los análisis de opinión pública, no puede asumir que un cambio en su estrategia discursiva, basado en atenuar los aspectos más ríspidos a favor de los más moderados, le resultaría claramente favorable? Bosquejaremos los factores que, a nuestro entender, constituyen los principales:
1. El primero, refiere al éxito pasado: evidentemente el Presidente cuenta con un vasto historial de triunfos en su carrera política coronado en muchos actos electorales. En tal sentido, una lógica simplista justificaría el hecho que se intenta explicar: “¿si siempre me fue bien así, por qué debería cambia ahora?” Sin embargo, como es sabido, ningún éxito es eterno y el Presidente también ya contabiliza en su haber importantes y resonantes fracasos: el revés de su casi incondicional apoyo al intento reeeleccionista de Rovira en Misiones a manos del -hasta ese entonces ignoto- Obispo Pigna, y el magro tercer puesto de Rafael Bielsa en las Legislativas de 2005, a manos -precisamente- de Macri y de Carrió.
2. Es aquí donde cabe invocar un segundo factor que explicaría por qué Kirchner propendería a no adoptar la estrategia óptima. Un principio básico de psicología del aprendizaje sostiene que aquellas acciones que contribuyeron a éxitos iniciales en una serie de acontecimientos, tenderán a repetirse a no ser que existan demasiadas evidencias de fracasos posteriores. El jugador que necesita seguir perdiendo más de la cuenta hasta encontrar su freno en razón de haber sido originariamente premiado en una vasta primera racha con la suerte del principiante, ilustra claramente la existencia de tal principio.
3. Existe otro principio, en este caso inspirado en la psicología del pensamiento, que parece aplicarse claramente al análisis del presente tema, a modo de un tercer factor explicativo. Muchos estudios han demostrado un interesante fenómeno al que bautizaron como fijación funcional y que refiere a la pertinaz tendencia de la mente humana a ensayar los mismos procedimientos a situaciones a la vez parecidas pero evidentemente diferentes a las que se aplicaron exitosamente. Tal vez el presidente Kirchner se maneje con la certeza de que la insistencia de contraponer su gestión a la de los ’90, le generará los mismos dividendos que le permitieron derrotar por “apabullante abandono” (en palabras del entonces Presidente Duhalde) al devastado Menem de mayo del 2003. Y tal vez sea especie de convicción a-reflexiva lo que le impida discernir tanto que el Macri de 2007 (con una base de 45% de votos efectivos) resulta evidentemente diferente a ese Menem de 2003, aún cuando desde una visión simplista basada en las hoy precarias categorías de izquierda y derecha se puedan igualar; como que una elección porteña es distinta a una nacional y que él es un posible candidato a presidente, pero no a Jefe de Gobierno.
4. Por último, un cuarto factor, realimenta a los anteriores confiriendo fuerza final a la decisión del Presidente de adoptar estrategias problemáticas cuando tendría a mano caminos más eficientes. Nos referimos al fondo omnipotente que parece conferir un sello distintivo a su figura de político. Evidentemente, una retrospectiva histórica revela que resultan más frecuentes los ejemplos de liderazgos fuertes en personalidades similares, que ese mismo estilo de liderazgo en personalices mesuradas. Pero lo que también revela el análisis histórico son los abundantes ejemplos de lo que cabe conceptualizar como la inexorable parábola de los poderosos, y que expresado de modo simple refiere a que la fortaleza arrolladora que lleva a un político a erigirse en líder, a veces suele ser la misma que, luego, lo lleva a su estrepitoso fracaso.
5. Tal vez, la mejor síntesis que condensa el presente análisis pueda expresarse en la conocida alegoría del escorpión y la tortuga: Un escorpión implora a una tortuga temerosa a que lo ayude a cruzar un río en el que teme naufragar. La tortuga , profundamente desconfiada, se niega a colaborar aduciendo que el escorpión terminará clavándole su aguijón. Finalmente, la tortuga cede ante las promesas del escorpión -basadas en que éste no se animaría a hacer algo que en definitiva atentaría contra su propia supervivencia- y decide ayudarlo. El final está cantado: antes de arribar a la orilla salvadora el escorpión mata a la tortuga, con lo cual se terminará suicidándose a si mismo. Ante la perplejidad de la tortuga moribunda que interroga ¿por qué lo hiciste?, las últimas palabras del escorpión son su justificación y su epitafio: porque estaba en mi naturaleza.
6. Como lo saben los buenos cultores del yudo, a veces la mejor estrategia es dejar que la fuerza del otro se vuelva en su contra. En términos de adagios orientales, una conocida máxima expresa que “si fuerzas algo hacia un fin, produces lo contrario”. Y en términos de mitos universales hay héroes que pretendiendo escapar a su destino terminan realizándolo. Si, luego de padecer una campaña feroz liderada por el Presidente Kirchner, en el ballotage del 24 de junio Mauricio Macri terminara erigiéndose en Jefe de Gobierno con una aplastante victoria, tal vez alguien consuele al Presidente diciéndole que al menos lo hizo a su manera. Mientras, Néstor Kirchner tal vez no pueda dejar de pensar cómo un aparentemente nimio encono hacia Jorge Telerman por parte de un funcionario transmutó en un fracaso estrepitoso lo que, probablemente, habría sido un éxito seguro. Pero ya será tarde.
Soy Federico González
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