Electrónica y Cámaras en Amazon

domingo, 27 de julio de 2008

Una razón adicional para no hacer ciertos cambios en el gabinete, aún cuando fueran necesarios: análisis de una paradoja

Si fuerzas algo hacia un fin, produces lo contrario
Principio taoísta


Durante los últimos días se ha venido especulando en torno a la inminencia de relevar al controvertido Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno.

Si el deseo de oxigenación del gabinete atribuido como genuina demanda de la sociedad fuera efectivamente cierto, entonces la Presidenta Cristina Kirchner haría bien en impulsar ese cambio.
Por supuesto, para que tal hecho se consume resultaría necesario que la Presidenta tenga la voluntad de hacerlo, cuestión que dista de ser clara.

Ahora bien, supóngase que efectivamente, dicha intención existiera. Para que se transforme en acto no debería ser incompatible con otras voluntades. Por ejemplo, con la voluntad de no ceder nunca a una presión, aún cuando coincida lo que uno está dispuesto a hacer. Y aquí es donde aparece el problema.

El psicólogo austríaco Paul Watzlawick, denominó prescripción paradójica a un tipo de instrucción cuyo cumplimiento resultaría imposible porque implicaría su negación (un ejemplo trivial –sugerido por Watzlawick- es la instrucción “tenés que ser espontáneo”, en la medida en que la esencia de la espontaneidad radica precisamente en un acto autónomo y no como respuesta a un mandato externo)

La prescripción paradójica ha sido utilizada (y quizás de modo abusivo) en la psicoterapia sistémica. Allí se tata de propiciar el cambio de una conducta o sentimiento prescribiendo justamente la imposibilidad de hacerlo (*)
Volviendo al tema objeto de este análisis, cuando todas las voces opositoras insisten en señalar sobre la necesidad imperiosa y urgente de relevar a Guillermo Moreno, dada las características de los destinatarios (léase Cristina y Néstor Kirchner), ¿no estarán realizando una prescripción paradójica inversa?

Supóngase, siguiendo con esta especulación, que lo descrito hasta aquí se correspondiera con la realidad ¿qué debería entonces hacer la oposición?
En tal caso, la oposición estaría encerrada en una paradoja: si insiste en reclamar la renuncia de Moreno, entonces ésta no se producirá; pero si permanece en silencio, entonces correría el riesgo de que tal falta de presión resulte funcional a la posible voluntad presidencial de mantener al funcionario en su cargo.

Finalmente, tal vez la gran paradoja sea que la realidad resulte más simple que cualquier interpretación paradojal. Tal vez lo más sabio, sea la sana prudencia de dejar pasar un tiempo razonable y esperar un resultado. Tal vez, en última instancia, quizás resulte más simple encuadrar el problema como uno de esos típicos caprichos, que –con algo de suerte–a veces caen por su propio peso.


(*) El Instituto de Palo Alto, en California, ha sido el que más se ha encargado de promulgar el uso de las técnicas paradójicas en psicoterapia (Brown & Slee, 1986). Por su parte, Shoham-Salomon y Rosenthal realizaron en 1987 un estudio donde expresan que la intervención paradójica en terapia familiar guarda relación con las técnicas de terapia conductual. Encontraron un impresionante número de reportes clínicos que aseguran la dramática manifestación y larga duración de la eficacia de la intervención que encara, elogia y prescribe el mismo problema conductual que el paciente espera cambiar. Como por ejemplo, el caso de un isomaniaco, el cual se encara para que trate de mantenerse despierto o una persona depresiva a la cual se le dice: “manténgase usted depresivo”, “su depresión demuestra el sacrificio enorme que hace para mantener su enfermedad”.Fuente: Priscilla Valenzuela - Psykhê Centro de Investigaciones












Soy Federico González

jueves, 17 de julio de 2008

La decisión de Julio Cobos y la salud institucional

La decisión del vicepresidente no sólo resguardó a La República, paradójicamente también podría resultar un shock de salud para un Gobierno que se venía deteriorando por sus propios errores

La dramática decisión tomada por el vicepresidente Julio Cobos esta madrugada semeja una bocanada de aire fresco en el marco de un clima asfixiante con rumores de aprietes y otras presiones non santas a senadores.

Tal como Cobos dijera en las palabras que precedieron a su voto, la historia juzgará su acto, aunque hoy no sepamos cómo.

No obstante, a juicio de quien escribe estas líneas y desde el humilde rincón histórico del hoy, se trató de una decisión valiente, sincera, sensata y sabia.
Había que ser valiente para disentir con uno de los gobiernos que mayor poder ha sabido acumular en la Argentina de los últimos años.

Conforme a mi percepción, Cobos expresó en su discurso un nivel de transparencia y sinceridad claramente contrastante con lo que estamos acostumbrados a ver en otros políticos.

La decisión tomada fue, además, sensata, ya que era la única y –quizás última- posibilidad de poner luz para la resolución de un conflicto inédito que viene desgastando al país y dividiendo a la sociedad.

Por último, se trató de una decisión sabia, en la medida en que pudo sobrevolar por encima de un “beneficio” inmediato para el Gobierno (que más temprano que tarde habría agravado el conflicto), en pos de un bien de mayor alcance en el futuro.

El gesto de Cobos fue la puesta en acto de la ley, sobre la desmesura de un poder desquiciado por un error de origen, derivado y perpetuado en un capricho incomprensible.

Por eso, al margen de cómo se desarrolle la historia, con sus marchas, contramarchas y misterios inescrutables; lo cierto es que hoy parece que la decisión del Vicepresidente Julio Cobos no sólo inyectó salud a La República, sino –y paradójicamente­– a un Gobierno que se venía debilitando día a día por un daño incomprensiblemente autoinfligido.





















Soy Federico González