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miércoles, 23 de septiembre de 2009

El dilema argumental en el debate por la ley de comunicación audiovisual

A continuación se esbozan algunas consideraciones sobre los ejes bajo los que se habría desarrollado el debate por la ley audiovisual.

1. Lo que el oficialismo argumentó a favor de su proyecto

La ley contribuirá a desmonopolizar un mercado concentrado permitiendo su transfiguración en otro abierto y pluralista, donde existirán más voces con poder expresivo.

Tal transición provocará la incorporación de pequeños actores que podrán desarrollar nichos del mercado de producción audiovisual hasta ahora no explorados.

Eso redundará en mayores fuentes de trabajo debido a la incorporación de nuevos generadores de bienes culturales que hasta ahora no podían plasmar sus producciones.

La nueva ley representaría un sólido puente que debería transitarse para arribar a un nuevo renacimiento expresivo, que amplificará las voces que hoy desean hacerse escuchar, pero que el rígido corset de intereses hegemónicos no permite oír.

2. Lo que el oficialismo argumentó en contra de la oposición

El oficialismo se centró en la descalificar a la oposición sosteniendo que toda crítica a un proyecto de ley portador de méritos tan evidentes, el único fin comprensible que podría perseguir radicaría en la defensa de los intereses económicos de grupos de multimedios.

Así, un núcleo argumental para descalificar las críticas de opositores se sintetizó en el intento de adscribirlos dentro de la categoría de "voceros de los intereses de las corporaciones mediáticas".

En la versión más radicalizada, se sugirió una continuidad histórico-ideológica entre los intereses de los actuales grupos multimediales, cuyo rol durante la dictadura habría sido cuestionable, expresada en su renuencia a modificar una ley sancionada bajo ese régimen.

3. Lo que la oposición argumentó en contra el proyecto oficialista

La ley propuesta lejos de democratizar y desmonopolizar el mercado sería otro intento del oficialismo de utilizar al Estado en pos de su propio beneficio. Específicamente: tratar de controlar y acallar las voces opositoras para poder consolidar y perpetuar su poder.

De implementarse, la vigencia de la ley implicaría el desguace de cadenas de medios ya establecidas.

Eso, lejos de propiciar el idílico renacimiento expresivo generaría un nuevo buró disciplinario capaz de decidir quien puede erigirse en agente emisor de opinión.

Adicionalmente, el colapso de las empresas generadoras de fuentes de trabajo aumentaría la tasa de desempleo del sector de producción de bienes culturales.

El resultado de la ley sería entonces el primer acto de una tentación controladora que conduciría a una aventura distópica con final anunciado, de características parangonables a las exhibidas por el régimen chavista (intervención y/o cierre de medios opositores, hostigamiento del periodismo independiente, avance hacia la censura de contenidos, etc.)

En síntesis, según la oposición, el proyecto de ley oficialista escondería un costado paradojal: pretendiendo instaurarse como un avance democrático y progresista, terminaría pareciéndose a aquello a lo que pretendería superar.

4. Una conjetura Borgiana para comprender por qué los hombres, a veces, no pueden sortear el pantanoso terreno del pensamiento dilemático

Jorge Luis Borges citando a Coleridge, para quien los hombres nacen aristotélicos o platónicos, sostiene que "a través de las latitudes y de las épocas, los dos antagonistas inmortales cambian de dialecto y de nombre", pero, en esencia, sus cosmovisiones se mantiene invariantes.

Ignoro la universalidad de tal conjetural dicotomía. Lo cierto es que en estas alejadas pampas, unitarios o federales, civilización o barbarie, peronismo o antiperonismo, etc. parecen la corporeización cambiante de esas cosmovisiones irreconciliables.

Quizás en el núcleo de un debate donde pretende legislarse para problemas del siglo XXI, se filtren los ecos silenciosos del eterno desencuentro de los argentinos, que nos siguen acosando desde hace siglos.

martes, 22 de septiembre de 2009

Tres posiciones en torno al debate por la ley de comunicación audiovisual

Ya concluida la primera etapa del debate sobre la ley de comunicación audiovisual (o el “primer round”, como preferirían quienes gustan de las metáforas beligerantes) puede señalarse la existencia de tres posiciones o tesis básicas expresadas en el desarrollo del debate. El objeto de estas líneas es caracterizar la estructura argumental de cada una.

A) Las tesis oficialistas

a1) La tesis fuerte

Sustentada por la bancada que representa al oficialismo, esta tesis puede sintetizarse así:

El proyecto trata sobre una la ley legítima, necesaria e impostergable.

La ley resulta legítima porque apunta a un fin consubstancial al sistema democrático: la democratización y el pluralismo de la información; tanto en lo concerniente a los ciudadanos receptores, que tendrían la posibilidad de escuchar voces diversas, como a los emisores, que contarían con mayor cantidad de canales de expresión.

Le ley resulta necesaria, porque resulta menester regular un mercado de medios de comunicación monopólico o cuasi-monopólico, con tendencia hacia una concentración creciente.

La ley resulta impostergable, porque no resulta admisible que un tema tan importante para la salud democrática todavía sea legislado por una arcaica ley sancionada por la dictadura hace 30 años.

a2) La tesis débil

Sustentada por algunos aliados históricos o circunstanciales del actual Gobierno que votaron de modo positivo, en esencia esta tesis presenta notables similitudes en cuanto a los fines respecto a la sustentada por el oficialismo, aunque presenta algunas diferencias en cuanto a aspecto puntuales.

Para sintetizar, digamos que para la presente postura el proyecto de ley tiene la virtud de proponer una solución razonable a un problema importante, y aunque pueda presentar algunas limitaciones, éstas son subsanables. En el peor de los casos, se argumenta que cualquier ley de la democracia resultará superadora de la actual vigente, sancionada por la dictadura.

B) La tesis radicalmente opositora

Sustentada por la bancada que se opone tanto al actual Gobierno como a la ley misma, la tesis puede sintetizarse así:

El proyecto trata sobre una la ley constitucionalmente cuestionable, fácticamente perniciosa y cuyo tratamiento acelerado resulta claramente inconveniente, inoportuno y ajeno a cualquier demanda perentoria de la sociedad o de alguna institución estatal o privada que no sea el Gobierno Nacional.

Según algún argumento esgrimido en el marco de esta tesis argumental, la ley podría hasta llegar a resultar anticonstitucional en la medida en que una ley sancionada por el Congreso Nacional que pretenda regular el denominado “mercado de la comunicación audiovisual” violaría el artículo artículo 32 de la Constitución que prescribe que: "El Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal".

Se argumenta también que –de sancionarse la mentada ley– en lugar de producir el efecto positivo esperado (Vg. democratizar la información pública vía desmonopolización de los actuales mutimedios concentrados) podría terminar produciendo lo contrario, esto es: una tendencia al pensamiento único determinada por la omnímoda vocación de intervencionismo gubernamental. Tal pernicioso escenario devendría de la implementación de una estrategia dual y convergente por parte del actual Gobierno: a) controlar, cooptar y/o eliminar a los medios opositores ejerciendo el poder de veto sobre las licencias y b) estimular la existencia de nuevos medios afines, sea a través de la política de subsidios o de la irrupción de nuevas empresas bajo la égida del capitalismo de amigos.

Aunque resulte obvio, cabe destacar que –para la presente tesis– la causa final de la ley no obedecería a ningún descubrimiento súbito y tardío, por parte del Gobierno, del valor de la libertad de expresión; sino a su necesidad imperiosa de controlar a la opinión pública para sobrevivir y perpetuarse en su proyecto de poder (con el aditamento de doblegar al Grupo Clarín, devenido en el archienemigo de turno dentro de esa dura “guerra” hacia la victoria final)

Ante tal estado de hechos, parece coherente sostener (como sostendría la presente tesis) que el carácter de urgencia que el oficialismo parece imprimir al tratamiento de la ley resulta incomprensible por dos razones: a) la importancia que le confiere al tema amerita un tratamiento más reflexivo que, lógicamente, demanda tiempo y b) no está claro el nivel de gravedad derivado de extender su tratamiento, por ejemplo, un par de semanas más.

C) Las tesis conciliadora

Sustentada por un heterogéneo grupo de legisladores que, en principio, serían opositores al Gobierno, pero que, sin embargo, consideran que el espíritu de la ley es positivo y/o perfectible; estas tesis pueden sintetizarse así:

El proyecto trata sobre una la ley compleja que tiene aspectos discutibles, pero también salvables.

El eventual origen espurio de la ley (i.e. el supuesto fin oficialista encubierto encaminado a doblegar al Grupo Clarín para dominar a los discursos opositores) no resulta sustantivo, en la medida en que las leyes valen por lo que efectivamente está escrito y no por las intenciones benévolas o aviesas de quienes originariamente las impulsaron (argumento sustentado por la Diputada Victoria Donda)

En similar línea argumental: el tratamiento de la ley es un fin en sí mismo y una buena oportunidad de superar a la arcaica y antidemocrática ley de la dictadura. En tal sentido, lo más relevante no es la existencia de un trasfondo de intereses cruzados entre monopolios mediáticos privados actuales y monopolios gubernamentales posibles; sino el poder de la ley para regular y equilibrar en el marco de esa tensión de intereses. El Diputado Eduardo Macaluse expresó con claridad dicha posición al referirse a la permanente tentación de control y dominio de los monopolios privados y de los aparatos gubernamentales con vocación de disponer la maquinaria estatal para auto preservarse; para finalizar sosteniendo que el sentido del Congreso Nacional, en tanto representante del pueblo, radica justamente en elaborar los marcos regulatorios adecuados (léase: legislando) para limitar aquellas tentaciones hegemónicas.

En consonancia con su filosofía subyacente, quienes sostuvieron esta tesis adoptaron un pragmatismo mayor al evidenciado por las posiciones más críticas al oficialismo (cuyos defensores se retiraron del recinto). Así, pudieron valorar positivamente las modificaciones concedidas por el oficialismo ante las críticas opositoras al texto original (veto a la presencia de las telefónicas, etc.)

Una síntesis que anticipa una polémica

Si hubiera que sintetizar cada de las posiciones analizadas en fórmulas simples (o simplificadas conforme al paradigma de quien escribe estas líneas) podría decirse que, hasta aquí, se enfrentaron tres teorías en el tratamiento de la ley de comunicación audiovisual:

1. La tesis oficialista del “pluralismo idílico”, que nos promete una especie de renacimiento cultural plasmado en un equilibrio armónico entre los actores mediales.

2. La tesis anti oficialista radical expresada en la sentencia de “salir de Guatemala para ingresar en Guatepeor”, en referencia a que la mentada ley de medios lejos de democratizar la información pública tendería a reducirla al pensamiento único del oficialismo de turno. 1

3. La tesis del “oportunismo optimizador inteligente”, que sostiene que aunque la ley diste de lo ideal, representa una buena ocasión para mejorar el estado de cosas existentes.

Para finalizar, señalaré que el énfasis de estas líneas se centró en describir antes que en valorar.

No obstante, si tuviera que comenzar a valorar me centraría en discutir si es que efectivamente hubo tres posiciones o tan sólo dos. En última instancia, se votó a favor o en contra (aún con la ausencia). Entonces, anticiparé el título del próximo artículo: “Realidades e ilusiones en las posiciones conciliadoras sobre el debate acerca de la ley de producción audiovisual: o cuando tres es igual a dos”

1Tal figura resulta subsidiaria de ópticas que intentan graficar la existencia del debate por la ley en el trasfondo de un conflicto entre Néstor Kirchner y el Grupo Clarín divisado desde una visión panorámica, que permite sintetizarlo en metáforas tales como “pelea entre Frankenstein y Drácula” ó, con ironía ácida “pelea entre un zombi y un moribundo (Mario Modován)”

lunes, 14 de septiembre de 2009

La espiral que horada la credibilidad pública: análisis de una paradoja

La espiral que horada la credibilidad pública: análisis de una paradoja a propósito del confuso episodio en que agentes de la AFIP irrumpieron en la sede del diario Clarín

Lic. Federico González – Director del programa de Actualización en Psicología y Opinión Pública, Secretaría de Posgrado, Universidad de Buenos Aires


¿Si tienes miedo de quien te protege, quien podrá protegerte de ese temor?. Koan Zen

¿Si lo que creo que veo es distinto de lo que tendría que ver, no me estaré volviendo loco?. Reflexión de un paciente al borde de ingresar en un estado de extrañamiento ante la realidad

En el imaginario popular -en parte nutrido por la cinematografía y por la literatura- uno de los modos posibles de enloquecer a una persona radica en hacerlo dudar de aquellos aspectos de la realidad que son experimentados como evidentes.

La versión más siniestra de tal enajenación sucede cuando el victimario es una persona de máxima confianza para la víctima. En tal caso, no se trataría de sólo un mal sino de dos: no se puede creer en la irrealidad de lo evidente, pero tampoco se puede creer en la evidencia de que quien debería protegernos es justamente quien desea enloquecernos.

Más allá de la gran porción interpretativa y subjetiva que tiñe la existencia humana, lo cierto es que necesitamos la verdad de la realidad tanto como el oxigeno mismo.

Y tal hambre de realidad es naturalmente extensible a nuestra realidad social y política. Por cierto, en estos ámbitos tal generalización asuma características distintas, quizás menos dramáticas. Al fin y al cabo (y por suerte) los vínculos que los ciudadanos establecen con quienes los representan en el marco del sistema socio-político resultan nítidamente más alejados que los lazos que los ligan con sus familiares y grupos primarios.

Sin embargo, el ciudadano necesita creer. Y cuando el ciudadano descree, la sociedad se enferma. Lo cual no es sólo una metáfora.

Luego de la extensa introducción voy a al núcleo de este artículo:

No está aquí en discusión si el denominado proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual es o no un buen proyecto.

Tampoco se trata de analizar el carácter y grado de reales o posibles monopolios multimediales. Y, menos, si la ley impulsada por el oficialismo generará mayor o menor democracia en el universo de los medios de comunicación e información.

En cambio, sí se trata de señalar que la irrupción intempestiva de un grupo de agentes de AFIP en la sede del Grupo Clarín, acompañada del posterior deslinde de responsabilidades por parte del Director de ese organismo y rematada por la elocuente frase del Jefe de Gabinete Aníbal Fernández quien expresó que ?(el operativo realizado por la AFIP en empresas del Grupo Clarín) fue una operación política para perjudicar al Gobierno?; representan un caso ejemplar de cómo un Gobierno horada la fe pública de los ciudadanos a los que debería representar.

Porque, insisto, más allá del trasfondo complejo de intereses ideológicos y económicos involucrados en el referido proyecto de ley, lo cierto es que una vez más el Gobierno pretende burlarse de la inteligencia y buena fe de lo ciudadanía, cuando pone en marcha parte del aparato estatal para hacer lo que evidentemente se hizo (enviar subrepticiamente una comitiva de agentes a inspeccionar a una empresa de multimedios), para luego negar haber tenido participación alguna y para, finalmente, instalar un manto de sospecha sobre el verdadero artífice del operativo.

Para concluir, tal como prescribiría el más elemental manual de maquiavelismo político, para engañar en serio hay que saber manejar la sutileza. Esta vez, el burdo accionar del Gobierno puso al desnudo su falta de inteligencia.









Los medios y los fines en el debate sobre los fines de los medios


Los medios y los fines en el debate sobre los fines de los medios: A propósito del debate sobre el Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
Lic. Federico González
Sostener que el debate acerca de la ley de servicios de comunicación audiovisual representa un asunto complejo es tanto una verdad de perogrullo como una verdad a secas.
Sin duda, un proyecto de más de un centenar de artículos, que –en asistemática lista­– abarca cuestiones tan heterogéneas como el derecho a la información de los ciudadanos, las regulaciones antimonopólicas, el marco jurídico bajo el que se otorgan licencias a los diferentes medios, las tecnologías de banda ancha actuales y futuras, etc.; no podría no resultar sino una materia compleja.
Pero para agravar la comprensión, a ese vasto repertorio caracterizado por su complejidad intrínseca se agregan el debate ideológico sobre la tensión y los límites entre libertad de expresión y poder estatal, la permanente indiscriminación entre Estado y Gobierno y, por si no fuera ya demasiado, el conflicto de intereses entre los actuales propietarios de medios y los conjeturales propietarios futuros.
Ante tal escenario pantanoso, lo más sensato y hasta saludable sería abstenerse de emitir opinión. Pero eso implicaría la típica auto-claudicación que separa las aguas entre mirar y participar. En este caso, elijo lo último, para poder expresar algunos ejes que –a mi juicio- pueden contribuir a la comprensión del asunto:
1. Los fines del proyecto se presentan como claramente loables, pero su artífice exhibe un patrón de comportamiento histórico que conspira contra su verisimilitud
Desde sus asunciones en 2003 y en 2007, respectivamente, tanto el gobierno de Néstor Kirchner como el Cristina Fernández han dado innumerables muestras objetivas de una valoración negativa sobre el rol de la prensa y el periodismo.
Más allá de que tales cuestionamientos no refirieran a un juicio universal contra los medios, sino –más específicamente­– al accionar de éstos respecto a sus respectivas gestiones de gobierno, lo cierto es que el matrimonio presidencial ha dejado una profusa cantidad de testimonios acusatorios del supuesto carácter “tendencioso”, “tergiversador”, “destituyente” y hasta “golpista” de varios periodistas y/o medios de comunicación. Además, ha exhibido claras conductas limitantes entre la indiferencia y la hostilidad hacia el periodismo, al negarse reiteradamente a ofrecer conferencias de prensa, responder preguntas y hasta descalificar públicamente a periodistas.
2. Los fines del proyecto se presentan como claramente loables, pero la oportunidad y las circunstancias en que se presenta conspirarían contra su verisimilitud
Aquí corresponde formular dos señalamientos de distinto carácter pero con un denominador común: en ambos casos se podría esgrimir tanto un argumento como su contrario. Personalmente, me inclino por los argumentos tal como se expresan abajo; en cambio las probables réplicas que apareces entre paréntesis las valoro como de menor seriedad.
1. Si el proyecto de ley resulta tan relevante como sostiene el oficialismo porque existe tanto apuro en sacarlo, en detrimento de la discusión que resultaría acorde a su complejidad (réplica discutible: precisamente porque es relevante, hay que sacarlo lo antes posible)
2. Si el proyecto de ley resulta tan relevante como sostiene el oficialismo porque durante tantos años de gobierno kirchnerista no lo comunicó a la opinión pública con el énfasis que ameritaba (réplicas discutibles: más vale tarde que nunca; el proyecto lleva varios años de elaboración; etc.)
3. Los fines del proyecto se presentan como claramente loables, pero algunos aspectos de su contenido parecen contradictorios con ese espíritu, y por ende, justifican la duda acerca de su verisimilitud
Sin duda el tratamiento de este apartado resulta más complicado de abordar en este contexto no técnico, en la medida en que hacerlo supone adentrarse en el contenido específico de algunos de sus artículos.
Pero sin necesidad de incurrir en tecnicismos, la duda central de la ciudadanía refiere a que, al parecer, existen varios artículos que concederían al Estado (léase el actual Gobierno) suficiente “grados de libertad” (leáse “discrecionalidad”) para ejercer la potestad de decidir cuál medio puede o no puede y debe o no debe ingresar o salir de eso que se ha dado en denominar el mercado de los medios.
4. La ley persigue el loable fin de desarticular actuales monopolios mediáticos con tendencia a la concentración de la información, pero –sin embargo­– para contrarrestar dicha tendencia propiciaría el ingreso de otros holdings que ya han dado suficientes muestras de comportamientos monopólicos en otros mercados.
El tratamiento de este apartado conduce a especular en el contexto del núcleo duro de la eventual causa final del proyecto: la matriz ideológica del kirchnerismo.
Bajo esa óptica, que –a mi juicio– resulta tan verosímil y consistente como harto difícil de verificar­– lo lógica profunda del kirchnerismo (y, por ende, su verdadera ideología) sería la de la incesante búsqueda de poder a través del control. Pero, además, dicha lógica aparece amalgamada con un importante aditamento, no ya de carácter ideológico sino psicológico: Néstor Kirchner valoraría no sólo el resultado final de una victoria, sino el producto psicológico de haber doblegado a un adversario devenido en enemigo.
De tal modo, el fin último de la ley no sería lo que aparece como su costado visible, es decir: la democratización de los medios. Eso sólo sería un sucedáneo, una excusa, una razón de superficie, apenas un medio encaminado al logro del verdadero FIN mayor: el inveterado y recurrente intento de Néstor Kirchner por seguir acumulando poder a costa de doblegar a aquellos que inviste en el rol de enemigos importantes. Por cierto, un anhelado doble triunfo (si es que lo hubiera)
Síntesis
El título de este artículo pretende ser algo más que un verdadero juego de palabras. Al contrario, pretende destacar la existencia de una explicación alternativa a la tesis oficial proporcionada por el oficialismo en torno al verdadero fin de la ley de de servicios de comunicación audiovisual.
En efecto, el Gobierno sostiene que el fin perseguido por dicha ley radica en democratizar el mercado de los medios a través de la desmonopolización de un mercado actual de multimedios concentrados. Señala el Gobierno que la aprobación de dicha ley contribuirá a un sistema de comunicación más plural donde existan más voces con capacidad de ser escuchadas.
En contraposición, el autor de esta líneas opina que, al margen de los evidentes méritos de una ley que realmente lograra plasmar tan loables fines, en este caso, desde la perspectiva de su artífice fundamental (es decir: Néstor Kirchner) la razón de ser de la mentada ley es la de constituirse en un mero medio para el verdadero fin del Ex Presidente: afianzar su perduración en el poder.
Por cierto, tal tesis resulta para muchos tan verosímil como difícil de comprobar. Quizás sólo la historia devele su cabal alcance y significado.










Alguien te está mirando (o escuchando): el sentimiento de paranoia en los tiempos modernos

Vivimos en una sociedad paranoica.

La anterior sentencia tiene al menos dos propósitos: por un lado, introducir a esta nota y, por otro, mostrar de modo autorreferencial una arista básica del pensamiento paranoico: atribuir a otro un estado mental del que, aunque no podemos estar plenamente seguros, sostenemos como una certeza.

Por supuesto, el pensamiento paranoico supone una atribución, pero no cualquiera. Es sabido que lo que define a la paranoia es la atribución a un otro de una mala intención hacia nosotros. El mundo de un paranoico está pleno de espías y perseguidores que pretenden perjudicarnos.

En este artículo no pretendo incursionar en el rigor del análisis psicológico y/o psiquiátrico de la paranoia, sino señalar algunos aspectos en que el pensamiento/sentimiento paranoico aparece en la vida moderna, tanto a nivel de nuestra experiencias personales cotidianas como en el análisis social expresado en ensayos socio-políticos y en discursos mediáticos.

Antes del advenimiento del lenguaje psiquiátrico no se hablaba de paranoia. Simplemente, se "pensaba mal de alguien" en relación con uno. En esa magnífica cristalización de sabiduría, representada en los dichos populares, la paranoia ha sido magistralmente sintetizada en la expresión "piensa mal y acertarás".


















La sociedad paranoica de nuestro tiempo

1) La realidad del sentimiento

Hoy asistimos a una sociedad que se va tornando cada día más paranoica. En este apartado no está bajo análisis la legitimidad o veracidad de los hechos a los que se refieren los pensamientos y sentimientos paranoicos. Sí interesa resaltar que esos sentimientos que -en tanto tales- siempre han existido, hoy parecen agudizados en tendencia creciente.

Mientras la fantasía del "Gran Hermano" formulada por Orwell comienza incipiente pero irreversiblemente a plasmarse en tecnologías y prácticas tales como: cámaras ocultas, radares satelitales, antenas GPS, circuitos cerrados de filmación, teléfonos "pinchados", cámaras Gesell remotas, spyders vigiladores de Internet, bases de datos de marketing, consultoras de reclutamiento de personal que rastrean redes sociales y otros sitios de Internet en pos de huellas comprometedoras para los postulantes y -en fin- en toda una parafernalia de dispositivos que consolidan el colosal mercado de la vigilancia. Y Mientras aquella pesadilla imaginada por Jeremy Bentham en el Panóptico (cuya lógica ha sida magistralmente explicada por Michel Foucault en "Vigilar y Castigar") aparece plasmada de modos sutiles y salvajes en los dispositivos modernos de vigilancia y control; lo cierto es que, casi silenciosamente, nos dejamos ganar por la paranoia.

La paranoia comienza a penetrarnos de modo tan sutil que ni siquiera nos damos cuenta. Note el lector, que la adjetivación ampulosa de la frase anterior (y de otras, más arriba) encierra un sentimiento profundamente paranoico.

Lo que parece cierto es que el sentimiento paranoico se desgrana en una serie de "subgéneros" emparentados. Así, en nuestra vida cotidiana, en un acto tan trivial como caminar por la calle, a menudo asistimos a una especie de "paranoia en espejo", cuando sospechamos que los demás sospechan de nosotros; o asistimos a una especie de "paranoia recursiva" cuando estando en alerta defensiva escudriñando a posibles atacantes, a menudo descubrimos en la mirada del otro que éste nos ha sorprendido "in fragantti" en nuestra transitoria posición de espías ("¿Pero Ud. no estará desconfiando de mi, no?")

Tomadas en conjunto, las anteriores manifestaciones revelan que cuando se ingresa en la lógica paranoica resulta difícil salir. Porque en su núcleo, y en términos comparativos con el narcisismo histérico (otro mal de la época), si éste último consiste en aparecer para después esconderse; en la paranoia, en cambio, se trata de esconderse para ver si alguien aparece espiándonos.

En el lenguaje político y en su cobertura mediática la paranoia también está a la orden del día. Así resultan recurrentes las hipótesis conspirativas, las sentencias sobre operaciones de prensa, la omnipresente sensación de que una cofradía pequeña pero poderosa maneja secretamente los hilos de los acontecimientos grandes y pequeños, etc.












2. El problema de la verosimilitud de los hechos a los que refiere la paranoia

Si yo fuera el lector y además un abogado en juicio, probablemente diría: "Objeción: ¿pero acaso a veces la paranoia no es necesaria para protegernos del mal ajeno; o es que Ud. está queriendo decir que sólo se trata de fantasías y que el mal ajeno no existe?"

Por supuesto, cualquier juez debería dar lugar a tan atinada objeción. Lo cual nos conduce al núcleo más espinoso del problema de la paranoia, y, en particular, la de nuestro tiempo.

En un magnífico texto sobre psiquiatría existencial Ronald Laing, un psiquiatra escocés mentor de la llamada corriente de anti psiquiatría, advierte sobre una laguna notabilísima en la geografía de los desórdenes mentales.

Laing, muy atinadamente, señalaba que en la nomenclatura psiquiátrica de la época no existía un término que permitiera distinguir a la paranoia referida a una amenaza imaginaria, de aquella referida a una real. En rigor, Laing destacaba algo muy básico: cuando el sentimiento de paranoia se aplica a un perseguidor real, el supuesto paranoico es un sujeto sano, mientras que es el perseguidor real quién en verdad podría resultar insano. El reclamo específico del psiquiatra escocés era que la eventual patología de tal perseguidor carecía de entidad en el pensamiento psiquiátrico de la época (y quizás se extienda también a la actualidad)

La moraleja es sencilla. Del vasto conjunto de enemigos e intenciones malsanas que atribuimos a los demás, una parte es imaginaria y por ende achacable a nuestra propia debilidad; pero otra gran parte no es más que el reflejo adaptativo con que contamos para poder prevenirnos y defendernos de acechantes reales que traman en silencio la ocasión de infligirnos algún perjuicio.

Conclusión:

La creciente tendencia hacia la paranoia social es uno de los tantos males de la época en que nos ha tocando vivir. Dadas ciertas características de los tiempos modernos, un poco de paranoia representa un mal necesario que no debemos eludir en pos de nuestra propia supervivencia. Pero, lo malo es que demasiada paranoia nos acerca a lo peor de la pesadilla orwelliana. Sin duda, no se puede andar por la vida con la cándida ingenuidad de un niño. Pero una existencia montada sobre la base de que el enemigo acecha ahí donde menos lo esperamos, tampoco parece demasiado interesante de ser vivida.

El lector se preguntará entonces cuánta paranoia será la justa y necesaria. Pregunta que, por cierto, resulta imposible de responder.

Quien escribe estas líneas, al menos abriga la esperanza de que el futuro no sea peor que el presente. Por lo demás, ese lugar idílico donde unos y otros podían confiar entre sí (al margen de la cuota de maldad humana que siempre existió) creo que está perdido entre los gratos recuerdos de cuando podíamos dejar abierta la puerta de casa, y creíamos al menos un poco en quienes tenían la misión de gobernarnos. Creo que algún lector se estará preguntando si ese momento idílico existió alguna vez, pero tal vez ese lector no exista y sólo se trate de que mi paranoia me está jugando una nueva mala pasada!