Los medios y los fines en el debate sobre los fines de los medios: A propósito del debate sobre el Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
Lic. Federico González
Sostener que el debate acerca de la ley de servicios de comunicación audiovisual representa un asunto complejo es tanto una verdad de perogrullo como una verdad a secas.
Sin duda, un proyecto de más de un centenar de artículos, que –en asistemática lista– abarca cuestiones tan heterogéneas como el derecho a la información de los ciudadanos, las regulaciones antimonopólicas, el marco jurídico bajo el que se otorgan licencias a los diferentes medios, las tecnologías de banda ancha actuales y futuras, etc.; no podría no resultar sino una materia compleja.
Pero para agravar la comprensión, a ese vasto repertorio caracterizado por su complejidad intrínseca se agregan el debate ideológico sobre la tensión y los límites entre libertad de expresión y poder estatal, la permanente indiscriminación entre Estado y Gobierno y, por si no fuera ya demasiado, el conflicto de intereses entre los actuales propietarios de medios y los conjeturales propietarios futuros.
Ante tal escenario pantanoso, lo más sensato y hasta saludable sería abstenerse de emitir opinión. Pero eso implicaría la típica auto-claudicación que separa las aguas entre mirar y participar. En este caso, elijo lo último, para poder expresar algunos ejes que –a mi juicio- pueden contribuir a la comprensión del asunto:
1. Los fines del proyecto se presentan como claramente loables, pero su artífice exhibe un patrón de comportamiento histórico que conspira contra su verisimilitud
Desde sus asunciones en 2003 y en 2007, respectivamente, tanto el gobierno de Néstor Kirchner como el Cristina Fernández han dado innumerables muestras objetivas de una valoración negativa sobre el rol de la prensa y el periodismo.
Más allá de que tales cuestionamientos no refirieran a un juicio universal contra los medios, sino –más específicamente– al accionar de éstos respecto a sus respectivas gestiones de gobierno, lo cierto es que el matrimonio presidencial ha dejado una profusa cantidad de testimonios acusatorios del supuesto carácter “tendencioso”, “tergiversador”, “destituyente” y hasta “golpista” de varios periodistas y/o medios de comunicación. Además, ha exhibido claras conductas limitantes entre la indiferencia y la hostilidad hacia el periodismo, al negarse reiteradamente a ofrecer conferencias de prensa, responder preguntas y hasta descalificar públicamente a periodistas.
2. Los fines del proyecto se presentan como claramente loables, pero la oportunidad y las circunstancias en que se presenta conspirarían contra su verisimilitud
Aquí corresponde formular dos señalamientos de distinto carácter pero con un denominador común: en ambos casos se podría esgrimir tanto un argumento como su contrario. Personalmente, me inclino por los argumentos tal como se expresan abajo; en cambio las probables réplicas que apareces entre paréntesis las valoro como de menor seriedad.
1. Si el proyecto de ley resulta tan relevante como sostiene el oficialismo porque existe tanto apuro en sacarlo, en detrimento de la discusión que resultaría acorde a su complejidad (réplica discutible: precisamente porque es relevante, hay que sacarlo lo antes posible)
2. Si el proyecto de ley resulta tan relevante como sostiene el oficialismo porque durante tantos años de gobierno kirchnerista no lo comunicó a la opinión pública con el énfasis que ameritaba (réplicas discutibles: más vale tarde que nunca; el proyecto lleva varios años de elaboración; etc.)
3. Los fines del proyecto se presentan como claramente loables, pero algunos aspectos de su contenido parecen contradictorios con ese espíritu, y por ende, justifican la duda acerca de su verisimilitud
Sin duda el tratamiento de este apartado resulta más complicado de abordar en este contexto no técnico, en la medida en que hacerlo supone adentrarse en el contenido específico de algunos de sus artículos.
Pero sin necesidad de incurrir en tecnicismos, la duda central de la ciudadanía refiere a que, al parecer, existen varios artículos que concederían al Estado (léase el actual Gobierno) suficiente “grados de libertad” (leáse “discrecionalidad”) para ejercer la potestad de decidir cuál medio puede o no puede y debe o no debe ingresar o salir de eso que se ha dado en denominar el mercado de los medios.
4. La ley persigue el loable fin de desarticular actuales monopolios mediáticos con tendencia a la concentración de la información, pero –sin embargo– para contrarrestar dicha tendencia propiciaría el ingreso de otros holdings que ya han dado suficientes muestras de comportamientos monopólicos en otros mercados.
El tratamiento de este apartado conduce a especular en el contexto del núcleo duro de la eventual causa final del proyecto: la matriz ideológica del kirchnerismo.
Bajo esa óptica, que –a mi juicio– resulta tan verosímil y consistente como harto difícil de verificar– lo lógica profunda del kirchnerismo (y, por ende, su verdadera ideología) sería la de la incesante búsqueda de poder a través del control. Pero, además, dicha lógica aparece amalgamada con un importante aditamento, no ya de carácter ideológico sino psicológico: Néstor Kirchner valoraría no sólo el resultado final de una victoria, sino el producto psicológico de haber doblegado a un adversario devenido en enemigo.
De tal modo, el fin último de la ley no sería lo que aparece como su costado visible, es decir: la democratización de los medios. Eso sólo sería un sucedáneo, una excusa, una razón de superficie, apenas un medio encaminado al logro del verdadero FIN mayor: el inveterado y recurrente intento de Néstor Kirchner por seguir acumulando poder a costa de doblegar a aquellos que inviste en el rol de enemigos importantes. Por cierto, un anhelado doble triunfo (si es que lo hubiera)
Síntesis
El título de este artículo pretende ser algo más que un verdadero juego de palabras. Al contrario, pretende destacar la existencia de una explicación alternativa a la tesis oficial proporcionada por el oficialismo en torno al verdadero fin de la ley de de servicios de comunicación audiovisual.
En efecto, el Gobierno sostiene que el fin perseguido por dicha ley radica en democratizar el mercado de los medios a través de la desmonopolización de un mercado actual de multimedios concentrados. Señala el Gobierno que la aprobación de dicha ley contribuirá a un sistema de comunicación más plural donde existan más voces con capacidad de ser escuchadas.
En contraposición, el autor de esta líneas opina que, al margen de los evidentes méritos de una ley que realmente lograra plasmar tan loables fines, en este caso, desde la perspectiva de su artífice fundamental (es decir: Néstor Kirchner) la razón de ser de la mentada ley es la de constituirse en un mero medio para el verdadero fin del Ex Presidente: afianzar su perduración en el poder.
Por cierto, tal tesis resulta para muchos tan verosímil como difícil de comprobar. Quizás sólo la historia devele su cabal alcance y significado.
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